Rompiendo Barreras

Comienzos Difíciles:

Nací en Oviedo en 1985, en el seno de una familia de clase media con fuertes valores cristianos. Desde el primer momento, la vida me presentó un desafío monumental: la Artrogriposis Múltiple Congénita (AMC), una enfermedad rara que afectó todas las extremidades y articulaciones de mi cuerpo, excepto el aparato reproductor.

Al nacer, los médicos no tenían muchas esperanzas para mí. Fui dejado en la mesa del quirófano, esperando mi muerte. Sin embargo, no morí. Los médicos entonces dijeron que sería un "vegetal", destinado a pasar la vida en una cama. Contra todo pronóstico, a los cinco años, con una estructura corporal inadecuada, di mis primeros pasos. Este fue el primero de muchos actos en mi vida que demostrarían que no hay nada imposible.

Una Infancia Feliz:

A pesar de mi condición, tuve una infancia feliz. Mis padres y mi familia siempre me trataron como a un niño "normal". No era completamente consciente de mi situación, lo que me permitió disfrutar plenamente de mi niñez. Recuerdo el día que di mis primeros pasos como si fuera ayer. Tenía cinco años y estaba en casa de mi tía. Me apoyaba alrededor de una mesa pequeña del salón, dando vueltas, cuando de repente me solté y caminé hacia mi tía sin ningún tipo de apoyo. Mis padres, sorprendidos, llamaron al doctor que llevaba mi caso. Al verlo, el doctor exclamó: "No tengo ninguna explicación de por qué este niño puede caminar cuando morfológicamente sus piernas no están preparadas para caminar." Mi madre respondió: "Doctor, nosotros sí tenemos una explicación: es un milagro."

Mis padres, con su fe inquebrantable en Dios, siempre me enseñaron a vivir en el presente y a no preocuparse por el futuro. Este enfoque me permitió enfrentar mi vida con optimismo y determinación. Empecé a tocar la guitarra de mi padre a los seis años, aunque la enfermedad afectaba mis manos y dedos. Fue un gran desafío, pero logré tocar la guitarra, un instrumento que aún toco a la perfección a mis 39 años. La música jugó un papel crucial en la recuperación de mis manos, y además de la guitarra, aprendí a tocar la batería, el piano y a cantar.

En la escuela, fui un niño querido por todos mis amigos y nunca sufrí acoso. El hecho de ser "especial" me convirtió en un imán para socializar, y tuve muchos amigos con los que jugaba al fútbol "a mi manera". Me trataron siempre como a uno más.

Adolescencia y Pasión por la Música:

Durante mi adolescencia, formé mi primera banda de rock. A pesar de las dificultades para caminar y moverme, iba dos veces por semana al local de ensayo para tocar la batería y daba conciertos con mi banda. Sin darme cuenta, estaba creando mi propia manera de vivir, rompiendo barreras día a día y demostrando que no hay nada imposible. Lo importante no es hablar, sino actuar.

Una de las anécdotas más destacadas de mi tiempo con la banda ocurrió un sábado que teníamos una actuación en un pub. Mis mejores amigos montaban la batería y, cuando era momento de subir al escenario, me levantaban entre dos, me sentaban en la silla de la batería y ajustaban el equipo para que pudiera tocar bien. Estos gestos de amistad y apoyo fueron fundamentales para mí y reflejan la importancia de la camaradería y el espíritu de equipo en mi vida.

Desafíos de la Adultez:

Con el tiempo, mi cadera derecha empezó a desgastarse como la de una persona mayor, lo que me obligó a usar una silla de ruedas para desplazamientos largos. Este fue un momento difícil, pero no me impidió seguir adelante con mis sueños. Obtuve mi carnet de conducir, tuve mi propio coche, estudié para ser técnico informático y monté negocios.

Actualmente, ofrezco servicios de community manager, editor de video y diseñador gráfico, mientras me formo en psicología y crecimiento personal. Hace dos años, me sometí a una cirugía importante: una prótesis de cadera derecha, que me permitió dejar la silla de ruedas. Este evento fue un punto de inflexión en mi vida, haciéndome comprender que todo lo vivido no fue casualidad.

Un Mensaje de Esperanza:

Hoy en día, sé que mi misión es lanzar al mundo un mensaje de esperanza. No estamos aquí para esperar el mañana, sino para vivir el presente intensamente, porque la vida puede cambiar en un instante. Soy creyente y Dios es mi pilar y combustible de vida. Le estoy totalmente agradecido por haberme dado la bendición de nacer de manera especial, lo que me permitió entender la vida de manera profunda y sentirme realmente libre y feliz.

Reflexión Final:

Mirando hacia atrás, puedo ver que cada desafío y cada logro han sido pasos necesarios para convertirme en quien soy hoy. Volvería a pasar por todo ello, pues he aprendido que lo importante no es solo sobrevivir, sino vivir con propósito y pasión. Mi historia no es solo una de lucha contra una enfermedad rara, sino una de superación, fe y la convicción de que no hay barrera que no se pueda romper.

Dejar un Legado:

Mi objetivo ahora es despertar muchas mentes y ayudar a las personas a cumplir sus objetivos y sueños. No tengo nada especial, cualquiera puede conseguir lo que se proponga si es capaz de verlo de la manera que yo lo veo. Sé que voy a ser una persona muy influyente y no quiero irme de esta tierra sin antes haber dejado una gran huella y un gran legado.

La vida me ha enseñado que no hay límites, solo los que nos imponemos. Cada día es una oportunidad para hacer algo extraordinario, y mi deseo es que mi historia inspire a otros a vivir con coraje, fe y la convicción de que no hay nada imposible. Mis padres fueron mis mentores y maestros, no solo por sus palabras, sino por sus actos y cómo vivían la vida a pesar de los desafíos. Pero mi mayor compañía y con quien hablo todos los días es Dios. En Él descansaba todas mis dudas, y es mi amigo, mi padre, mi confidente. Sin Él, no hubiera llegado hasta aquí ni sería quien soy.